Literatura del siglo xviii en España. Fábula, poesía y prosa
Existe polémica y diversidad de opiniones en torno a qué es el barroco, por qué se produce y sobre todo cuándo empieza y acaba. Después de todo, las polémicas a propósito de estos asuntos suelen ser cuestión de matices. Lo cierto es que, tanto en literatura como en otros ámbitos artísticos, conocemos por "barroco" al estilo y modo de plantear el mundo y el arte que llega después del Renacimiento, de su consumación y agotamiento formal y moral. El espacio cronológico correspondiente a este "estilo" es esencialmente el siglo XVII.
Como ocurre siempre en teoría literaria, dos son las vías esenciales para definir el fenómeno barroco. La primera de ellas es la que bajo preceptos formalistas buscan y definen lo barroco como algo intrínseco al texto, como un estilo puramente formal caracterizado por extremar los límites de contención y mesura renacentistas en favor de lo espectacular, lo dinámico, lo sorprendente e impresionante. Así, mediante un proceso intermedio de deformación de las imágenes, recursos y elementos renacentistas conocido como "manierismo", el barroco no es sino la última estación, considerada durante mucho tiempo como degradación de lo clásico, de este proceso. Agotada la fuente del petrarquismo, adverbializadas sus metáforas convertidas en manidos lugares comunes, el creador barroco se ve obligado a dar una vuelta más de tuerca, y tras ésta otra más. Así, la forma se convertiría en el gran objeto del literato, sobre el que ha de desenvolver toda su creatividad. Como resultado podemos alcanzar una oscuridad extrema, bien por la intrincada complejidad de conceptos y metáforas -conceptismo-, bien por una sintaxis compleja, abundante en hipérbatos en su afán latinizante, llena de referencias mitológicas indirectas y ya metáforas, y un vocabulario plagado de cultismos -culteranismo-.
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El propio vocablo "barroco" evoca la deformidad y espectacularidad, la rareza incluso, en recuerdo de las perlas "barrocas" o las caprichosas formas de los barruecos. Y no hay que olvidar que esta etiqueta, nacida como tantas otras en la Historia del Arte con tintes peyorativos, observaba ante todo la forma del arte del XVII.
La segunda de las vías para definir lo barroco, más allá de limitarse a lo formal, es aquella que busca en los factores extrínsecos que rodean a los creadores del XVII una explicación y definición del fenómeno. Efectivamente, todo arte y todo artista o creador es hijo de su tiempo y resulta simplista no contar con los factores que rodean cualquier producción humana a la hora de su análisis. De hecho, si todo arte se explica por su tiempo y lugar, en el barroco quizás esta necesidad se antoje mayor que en otras épocas. Sin embargo, no siempre se ha acertado a la hora de explicar las causas histórico-sociales del barroco. Al margen de caer en el error de querer explicar todo el barroco por un fenómeno concreto -sea la Contrarreforma, sea la decadencia de los Austrias, sean las crisis de subsistencia o el crecimiento de los núcleos urbanos-, es evidente que una serie de factores -como los apuntados- definen la época barroca como una verdadera entidad histórica.
Centrándonos en el caso de España, hablamos de una situación social de decadencia y desencanto que tendrá diferentes respuestas en la literatura -evasión bien mediante lo espectacular, bien mediante sereno epicureismo, bien mediante la sátira descreída o socarrona-. Lo más llamativo de la literatura y pensamiento barrocos es que esta dispar amalgama de actitudes vitales pueden llegar a convivir en un mismo autor -es frecuente el ejemplo de Quevedo-. He aquí la verdadera clave de bóveda del barroco: el contraste, la paradoja, la contradicción.
Limites cronológicos
Existen diversas opiniones y criterios a la hora de encuadrar cronológicamente el barroco, y sobre todo a la hora de limitarlo. Si hemos dicho que el barroco sucede al Renacimiento, que resulta de su agotamiento formal e ideológico, diremos que sobreviene a finales del XVI. Sin embargo la idea del "manierismo" interviene en estos años como estadio intermedio. Sin más diatribas, podemos decir que el barroco, propiamente hablando, corresponde al siglo XVII, especialmente a sus tres primeros cuartos, perdurando de un modo ya convencional hasta bien entrado el siglo XVIII.
Ahora bien, entre el siglo XVI y el XVII encontramos tanto elementos de ruptura como de continuidad. Un hecho claro es la obra de autores como Cervantes o Lope de Vega que escriben en las últimas décadas del XVI y primeras del XVII con obras, tratamiento de tópicos y convenciones literarias renacentistas primero, para acabar con usos y técnica plenamente barrocos. De hecho, el barroco ni rompe ni continúa el renacimiento, sino que es una evolución del mismo.
Como hitos cronológicos al barroco podemos recurrir a la muerte y fin de reinado de Felipe II en 1598 para su arranque, y la muerte de Calderón de la Barca en 1681 para el final del gran barroco literario.
La primera generación de escritores barrocos nace pasada la mitad del siglo XVI, como Lope de Vega (1562), o Luis de Góngora (1561). Esta primera generación comenzará a publicar en los años ochenta del XVI. A esta generación pertenecen también los Argensola, Valdivielso, Arguijo, Guillén de Castro o Cervantes (nacido en 1547). Nacidos en los años de 1580, destacan autores como Quevedo, Tirso de Molina o el Conde de Villamediana, mientras que la tercera generación de autores serían los nacidos en torno a 1600, como Gracián o Calderón de la Barca. Tras la muerte de estos últimos grandes autores, las formas barrocas perdurarán ya también consumidas y agotadas, hasta avanzado el siglo XVIII.
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